martes, 21 de mayo de 2013
Las tres tentaciones (I parte)
Tras un largo rato de aburrido silencio infestado por el sonido de jarras vaciándose dentro de mí de una manera casi enfermiza, decidí dejarlo allí. ¿Quién era mi amigo? Otro ente, como yo. Mi nombre… ¿Qué importa eso? Puedo ser tú mismo, o quien estuvo a tu lado esta mañana. Soy uno más y por eso no importo dentro de tu mundo al igual que tu no me importas.
"El muelle" por Espi |
Ahora el sol ya es escarcha y las nubes terciopelo aquí
abajo. Mi sol en ese momento, una farola, titubeaba como mis pensamientos en
ese instante. Volví a rodearme de silenciosa oscuridad, la noche es como mi
capa, yo era un guerrero en ese momento, un guerrero cargado de emociones que
se aventuraba a lo
desconocido. Escondido caminé entre las sombrías calles de mi ciudad, ahora es mi ciudad, ahora me pertenece. Anduve despacio, sosegado, tranquilo, sereno como el guerrero. Me encaminé hacia el muelle.
desconocido. Escondido caminé entre las sombrías calles de mi ciudad, ahora es mi ciudad, ahora me pertenece. Anduve despacio, sosegado, tranquilo, sereno como el guerrero. Me encaminé hacia el muelle.
El muelle era especial para mí. Era un muelle de madera con
varias barcas casi putrefactas amarradas a él. La luna se reflejaba en el mar
aquella noche, es tan presumida siempre… me senté al borde como antes hacía
cuando ella estaba conmigo. Siempre pensé que la luna se reflejaba para
hacernos sentir incómodos, como diría Shakespeare,
pálida de envidia por mi tesoro.
"Nereida" por Espi |
Como un desesperado
ente, comencé a quitarme los zapatos, quería saltar sin pensarlo, no me importaba mi destino, quería
ir tras esa nereida, quería abrazarme a ella y hundirme hasta el fondo del mar
para nunca más volver a emerger y pasar la eternidad sepultado bajo toneladas
de agua. Quería desaparecer en su belleza.
"La bestia" por Espi |
El frío calaba mis
huesos. Estaba mojado totalmente y descalzo. Las lágrimas aún seguían
resbalándome por las mejillas. Giré la cabeza y la volví a ver. ¿Es un
espejismo? Estaba a mi lado, era mi sombra. El foco del muelle la hacía
reflejar sobre él mismo y yo como un pasmarote la observaba absorto en su
belleza. Me volví a colocar los zapatos, era lo único seco que me quedaba, y me
puse en pie como un guerrero…como un guerrero casi vencido. Siempre que supero
un golpe duro, en mi cabeza resuenan varios versos de un poeta: “y verás sin
duda el resurgir poderoso del guerrero, sin miedo a leyes ni a nostalgias, y lo
veras caer una y mil veces y levantarse de nuevo, con la pura bandera de su
raza” yo soy ese guerrero que vuelve a resurgir con la fuerza de su poder, por
eso sigo vivo. Me levanté y sonreí, añoraba mi hogar realmente, así que me
encamine hacia él, abandoné el muelle.
Las calles eran mi
laberinto, mi oscuro laberinto, el laberinto de un paria, de un solitario, yo
era el dolor que circulaba infestando las calles, dejaba a mi paso una estela
de infelicidad y de poder, la infelicidad del que se siente enorme y sin
sentido, con tanto poder que no es capaz de utilizarlo correctamente… ¿esto es
una forma de tratar de subirme la moral a mí mismo? ¿Es un método de autoayuda?
Tal vez solo sea eso… ¿Por qué no puedo mantener un pensamiento? Soy un ser
miserable que no hace más que dar palos de ciego, soy uno más en esta maldita
ciudad, soy un infeliz que se creía el centro del mundo.
Doblé la esquina, la
calle en la que me adentraba era tenebrosa, oscura, tan oscura que mi sombra me
abandonó por miedo. De repente escuché un sonido, un llanto casi susurrado, un
lamento desgarrador pero a la vez tenue, tibio, que goteaba poco a poco por mi
sinapsis lentamente, taladrando cada pensamiento en aquel momento. Giré la cara
y la vi, tan tenue como su llanto. Me encaminé hacia ella, era una mujer joven,
o eso me parecía:
—He perdido el rumbo
de mi vida, he perdido el amor —dijo entre sollozos. A pesar de la oscuridad,
pude verla, pude ver al ser más fantástico que jamás había visto, tan hermosa
como el pecado, tan delicada y seductora… su voz solo se podía comparar con
música, su piel era terciopelo, me daba miedo a romperla cuando puse mi mano
sobre su hombro. Había sido embrujado.
— ¿Por qué dices
eso?
— Lo amaba y me ha
rechazado, ¿es que no tengo valor? Todas las noches le hacía el amor tras
ofrecerle el maná de los dioses.
—Seguro que tú eres
diosa…—sonrió, mi comentario le había hecho gracia.
—Eso no lo elijo yo,
eres tu quien me tiene que hacer sentir una diosa. — rodeó con sus brazos mi
cintura y me empujó despacio, poco a poco, yo caminaba hacia atrás, ella me
guiaba. Atravesamos casi abrazados el
umbral de un cruce de calles, la luna de nuevo apareció y, de nuevo, iluminó su
rostro. Pude observar su pelo moreno y largo, su mirada fina, su cara de
porcelana, sus ojitos de un marrón verdoso y su cuerpo perfecto, curvado,
delicado, sublime… tras ese eterno instante me besó con sus labios esponjosos,
sus labios de pecado. Era tan preciosa que parecía imposible pensar que al
besarla no estuviera cometiendo un delito, que no estuviera retando al
mismísimo Dios. Ahora comprendí cuando me habló del maná de los dioses, yo en
ese instante lo saboreaba lentamente.
— ¿Te ha gustado?—me
preguntó mientras me miraba abrazada a mí.
—Por supuesto. —sin
saber cómo, sacó una copa de vino. Mis ojos me habrían jugado una mala pasada.
—Bebe, no te
arrepentirás. Bebe y nunca más nos volveremos a separar, tu alma me pertenecerá
eternamente, al igual que la mía a ti. — sostenía entre mis brazos el cáliz con
vino. Temblaba, sentí miedo cuando descubrí qué era en realidad. Era una lamia,
me ofrecía placer a cambio de mi alma… ¿Cuánto vale el alma de un perdedor? Di
un sorbo trémulo al vaso de lo que parecía vino y realmente era sangre. Bebía
con timidez y en lugar de sentir como entraba por mi garganta, sentía como si
algo dentro de mí fuese diluyéndose, desapareciendo poco a poco. El cáliz se
resbaló de mis manos y cayó al suelo desvaneciéndose. No podía respirar, me
costaba, sentía mi corazón latir más fuerte cada vez, parecía que se iba a
escapar del pecho. La miré a los ojos fijamente con una expresión de terror en
mi rostro. Sus ojos se volvieron rojos y en su boca se dibujó una sonrisa casi
diabólica. Levanté la mirada y pude ver a la luna, la luna siempre estaba ahí
para humillarme, cada vez más redonda, cada vez más hinchada, a cada paso que
me acercaba a la tentación, al pecado, ella se crecía sobre mí humillándome,
haciéndome ver lo insignificante que era.
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Bienvenido
Bienvenido a este sitio no apto para mentes desgastadas y poco interpretativas. Os presento una historia sin guión aparente que, como su propio nombre indica, nace de los días aburridos y pesados en los que las reflexiones semientan semillas de metáfora que forman arbustos de oníricas imágenes reflexivas, pseudofilosóficas y existencialistas.
Si alguien quiere aportar algún dibujo que le haya sugerido estos textos o incluso alguna reflexión interesante... todo será bienvenido.
Un saludo.
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